Si eres un aficionado a los videojuegos, sin duda eres consciente de la importancia de contar con un monitor con una frecuencia de actualización bastante alta, dada la fluidez y facilidad de uso que proporciona. Sin embargo, ¿por qué restringir dicha tecnología sólo al ámbito de los juegos, en lugar de aprovecharla en sectores más productivos?
En primer lugar, ¿qué es la frecuencia de actualización (o frecuencia de actualización) de un monitor?
¿Qué es la frecuencia de actualización?
Esto es simplemente el número de fotogramas que se muestran en la pantalla por segundo, medido en Hercios (Hz). Cuanto mayor sea este último, mejor será el confort visual: esto garantiza una renovación imperceptible de las imágenes para el ojo del espectador.
La mayoría de pantallas del mercado tienen una frecuencia de actualización de 60 Hz: esto significa que la velocidad de fotogramas máxima que pueden alcanzar es de 60 FPS. En otras palabras, la imagen se actualiza 60 veces por segundo.
Tener una frecuencia de actualización más alta le permite reducir el retraso de entrada tanto como sea posible y hace que la experiencia general sea mucho más placentera y natural. Esto puede resultar extremadamente eficaz, especialmente para los entusiastas de los videojuegos.
Las diferentes frecuencias de actualización de los monitores
Las tasas de actualización varían de una pantalla a otra, según sus preferencias y necesidades. La frecuencia más común, llamada "estándar", es la de 60 Hz. Cualquier valor superior a 144 Hz se considera un monitor de alta frecuencia (hay algunos de hasta 360 Hz).
Estos últimos son enormemente apreciados sobre todo por los jugadores competitivos, dada la importancia del tiempo de respuesta en las partidas multijugador.
Sin embargo, efectos perturbadores como desgarros y tartamudeos pueden reducir el rendimiento de los monitores de alta frecuencia. Sin embargo, cuando una tarjeta gráfica envía imágenes a una frecuencia que supera la frecuencia de actualización de la pantalla, esta última se ve incapaz de procesarlas, lo que a veces provoca dificultades de visualización.
Sin embargo, esto ya no es un problema ya que las tecnologías G-Sync (de NVIDIA) y FreeSync (de AMD) adaptan automáticamente la frecuencia de actualización a la señal de vídeo de tu tarjeta gráfica.
Entonces, volviendo a la pregunta inicial, ¿de qué otra manera sería beneficiosa esta tecnología, inicialmente diseñada para juegos?
Alta frecuencia de actualización: no una necesidad sino un valor añadido
Es obvio que las tareas informáticas habituales, como navegar por Internet o trabajar en la oficina, no requieren necesariamente una potencia gráfica significativa. Por lo tanto, su tarjeta gráfica, incluso integrada, a menudo ofrecerá una alta velocidad de fotogramas por segundo.
Una vez que cambie a una frecuencia de actualización más alta, notará instantáneamente una mejor respuesta de su computadora; desde mover el cursor, deslizar ventanas hasta iniciar aplicaciones, todo parecerá funcionar sin problemas y rápidamente. ¡La diferencia es aún más obvia cuando volvemos a un monitor de 60 Hz!
El ejemplo más elocuente de monitores de alta frecuencia de actualización no es otro que los iPad Pro de Apple, que, en 2015, fueron los primeros en introducir pantallas de 120 Hz. Una innovación que no pasa desapercibida para analistas y usuarios.
Sería prudente mencionar que los precios de estos monitores de alta frecuencia, contrariamente a sus expectativas, son bastante asequibles. Mejor aún, sólo están cayendo en vista del crecimiento tecnológico.
En definitiva, es innegable que los monitores con alta frecuencia de actualización no son necesarios para trabajar, pero ¿por qué abstenerse de hacer un mejor uso de su dispositivo? ¡Si vale la pena o no, depende totalmente de ti!